sábado, 21 de mayo de 2016

Comunidad Indichuri- Puyo pungo- Selva ecuatoriana

Nuestra idea inicial siempre fue ir a Puyo desde Baños, pero Jorge, el camionero que nos levantó tres veces en la ruta de las cascadas, nos sugirió que fuéramos a Puyopungo un poco más afuera de Puyo.
Temprano, salimos hacia el oriente ecuatoriano haciendo dedo, después de dos vehículos diferentes, llegamos a Puyo, no sé por qué pero yo creía que llegar a Puyo sería llegar a la selva, concepto erróneo, ya que es una gran ciudad, puerta al amazonas. Nos dejaron sobre la ruta 30 y nos explicaron que teníamos que seguir hacia arriba hasta el cementerio municipal. 


Llegamos, después de preguntar a varias personas y de unas cuantas respuestas diferentes, nos quedamos con la de una amable vendedora ambulante, que nos indicó que bus tomar hacia Indichuri.
Salimos vía Pomona y le pedimos al chofer que nos avisara cuando teníamos que bajar. Una hora de viaje y varias personas que habían escuchado, nos indicaron que habíamos llegado. Ruta en la que no pasaba ni un auto, silenciosa y tranquila. Nos dejó en la zona del mirador y dos muchachos, que trabajaban cortando ramas con sus machetes al costado del camino, nos explicaron dónde estaba el ingreso a la comunidad.
Avanzamos con las mochilas al hombro, y ahí estaban, naciendo desde la carretera, las huellas que nos sumergían en la selva y nos daban la bienvenida, huellas poco marcadas por el escaso paso de vehículos.



Caminamos rodeados de árboles y de canto de pájaros por más de quince minutos y llegamos a orillas del Río Pastaza, caminamos costeándolo hasta llegar a una pequeña comunidad, Indichuri, donde las gallinas correteaban, los curiosos monos se acercaban, los tucanes adornaban los árboles y el humo salía de la humilde chimenea de la casita principal, donde nos recibió Celia, una mujer mayor que continuaba trabajando como si tuviera veinte años.



Ella nos indicó donde armar nuestra carpa, donde estaban los baños y la cocina de la que podríamos hacer uso, al escuchar esto último le preguntamos donde comprar comida, y nos ofreció cruzarnos a la tardecita en su canoa hacia la comunidad Puyopungo, separada de Indichuri por un brazo del Río Pastaza, donde había una pequeña tienda.
Armamos nuestra carpa en un lugar con vista privilegiada al río. 


Nos acomodamos, caminamos, nos sorprendimos y a la tardecita, Juan, un lugareño tímido y callado pero con la mejor predisposición, nos cruzó en la canoa, que no era más que la mitad de un tronco cortado al medio y ahuecado, al que tuvimos que ir sacándole el agua con una jarra.


Una de las mañanas conocimos a Jorge, el chamán de la familia, quien charlo largo rato con nosotros, nos llevó a “su lugar” y nos contó todo el procedimiento acerca del ritual para tomar ayahuasca, las limpiezas físicas y mentales que realizaba.


Es imposible describir que tanto se puede disfrutar de un lugar así. No hay que dejar de visitar el Mirador, a unos treinta minutos a pie desde la comunidad, donde la vista de la selva y el Río Pastaza es maravillosa.


Rodeando a la comunidad había varios senderos, caminando por ellos nos encontramos con una laguna llena de caimanes, un sector donde vivían varias tortugas, árboles de los cuáles colgaban grandes telarañas y una vegetación que me invitaba a tomar una foto tras otra.





Las noches eran tranquilas, no había luz, solo unos mecheros con bencina que apenas iluminaban los senderos, solía llover bastante, por lo que dormir era placentero.

Desde los árboles que estaban a orillas del río colgaban sogas,  jugando en ellas conocimos a Anahí y Mike, dos niños de diez años que se divertían con tan poco, saltando desde la tierra y columpiándose por encima del río. Lejos de los celulares, internet, playstation y todas esas cosas modernas que hacen que los chicos de hoy no sepan lo que es jugar al aire libre. No puede evitar la tentación, me aferré a la soga y me lancé, y una vez más agradecí a la vida por todo lo lindo que puedo vivir.



Para regresar a Puyo esperamos más de una hora el bus, ni un solo auto paso en todo ese tiempo como para hacerle dedo. Pasa uno a las 7 hs y otro a las 14 hs.
En Puyo intentamos hacer dedo para regresar a Baños, pero después de intentar una hora y media, nos agarraba la noche y decidimos tomar el bus (U$S 2,5). Nos quedamos dos noches más en Baños en el Camping El Fausto.

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